Si observas la historia, verás que el patriarcado ha evolucionado cómo consecuencia del condicionamiento social en la educación, religión y cultura. Nuestros cerebros cambian y nuestra cognición se configura de acuerdo con la información cultural que percibimos de nuestro alrededor.
Patriarcado significa literalmente «la regla del padre». Este consiste en un sistema social donde los hombres tienen el poder primario y predominan en roles de liderazgo político, autoridad moral, privilegio social y control de la propiedad.
La India, hogar del Yoga, no está exenta tampoco de este sistema. De hecho, diría que es probablemente una de las sociedades patriarcales más fuertes.
La ideología patriarcal se formaliza a través de leyes, costumbres y rituales.
He viajado a India en numerosas ocasiones y he podido comprobar todo esto reflejado en nuestra sociedad actual.
Este condicionamiento social también afecta en cómo se ha transmitido y difundido el yoga. La cultura brahmánica ortodoxa hizo del yoga y las enseñanzas sagradas conceptos reservados de forma exclusiva para los hombres.
La devoción, la espiritualidad y el interés de las mujeres por el yoga siempre ha existido, pero no siempre fue aceptado; incluso el padre del yoga moderno, Krishnamacharya, no aceptó a su primera alumna hasta el año 1938.
Y esto sólo después de que el maharajá de Mysore hablase en su nombre. De este modo podemos ver cómo el yoga era una actividad casi exclusivamente masculina.
Previo a la cultura ortodoxa brahmánica, en una época muy antigua, el yoga existía en las raíces del tantra.
El tantra no es una práctica sexual como comúnmente se piensa hoy, sino un camino espiritual que incluye meditación, visualizaciones, mantras y rituales que evocan la experiencia extática con el divino.
Las tradiciones Tántricas han sido relegadas por la historia como mágicas y amenazantes, por lo que no se han promovido y se han mantenido intencionalmente ocultas en la historia. Las tradiciones del tantra se mantuvieron vivas gracias a la tradición oral.
El Tantra centra sus enseñanzas en técnicas de empoderamiento personal como la respiración, el cultivo de la presencia, el enfoque y la meditación. Está claro cuán inconvenientes son estos aspectos para las sociedades patriarcales y conquistadoras, sedientas de poder e imperiales.
Como resultado, hemos desarrollado una forma de vivir, de practicar y de ser que se sobrepone a la resistencia. Porque nos hemos desconectado desde la fuerza femenina, de sus calidades más flexibles y abiertas, nos hemos olvidado de apreciar la presencia pura y la belleza de la vida misma. Creemos que debemos siempre buscar algo más para lograr ser felices.
La idea de que tenemos que llegar a algún lugar como si en el momento presente no estuviéramos bien tal como estamos, es un concepto que se deriva del obsoleto sistema ortodoxo, patriarcal y dualista.
Hoy en día en el yoga podemos encontrarnos fácilmente forzando posturas, forzando nuestro desarrollo o tal vez pensando que necesitamos cambiar nuestra fe, valores y vida para ser mejores.
Esto no tiene nada que ver con el yoga, sino que surge de la idea patriarcal de que inherentemente nos falta algo y que necesitamos “conquistar” ese factor externo para estar completos.
Realmente, estamos completos como somos. La idea lineal de que cuando completamos una postura, una secuencia, un sistema, sólo entonces estaremos satisfechos, es una mentira.
Esto se puede ver en los estilos modernos de yoga, perpetrado por falsos gurús que tenían su propio interés en el corazón y sed de poder. Bikram, Patthabi Jois, Iyengar, muchos perpetúan estructuras de poder abusivas sobre la transparencia, la igualdad y la ética.
De nuevo, proviene de la forma patriarcal y abusiva de imponernos a la resistencia que trae desequilibrio y enfermedad.
No hay nada de malo en perseguir metas y tener aspiraciones, el problema es pensar que al lograrlo estaremos en paz o realizados. De hecho, hay quienes continuamente se establecen metas provocando que nunca lleguen a sentir dicho estado al verlas siempre distantes en el tiempo.
¿Quién no ha estado en este modo de pensar al menos una vez?
¿Qué opinas de suavizar nuestros impulsos al control y simplemente estar presentes para nosotros mismos mientras exploramos nuestro potencial?
Si nos mantenemos abiertos al reconocer patrones de turbidez, desigualdad, y estructuras de poder en nuestra práctica o linaje, podemos dar un paso adelante hacía el cambio, la honestidad y la unidad.
Así podemos empezar a trabajar con nosotros, no en contra. Encontremos la unidad en nuestros cuerpos, mentes, géneros y comunidad.